RECUERDOS DE LA INFANCIA (Agustina Loriente)

También podía titularlo “érase una vez”, pero aunque el contenido parece de cuento, no lo és.
Yo nací y pasé mi infancia en una antigua casa de labradores, en la cual se comunicaba la vivienda con los corrales a través de una escalera interior, según oía decir era una circunstancia muy cómoda ya que aunque nevara o lloviera no se mojaban para ir a dar de comer a los animales.

En el corral de mi casa, como en otras muchas del pueblo, había una pequeña granja, allí convivían gallinas, pollos, conejos, cerdos, ovejas, cabras, etc.

Una noche muy fría de aquellos crudos inviernos de los años cincuenta, parió una cabra; el cabrito por la mañana estaba tan desnutrido y tiritando de frío que mi madre lo puso en un pequeño capazo con paja y lo subió a la cocina para reanimarlo.

Aquella mañana, la cabra (su madre), no salió al monte para que bien alimentada en casa “encullestrara” al cabrito.

Pero ¡qué pasó! el instinto del animal por encontrar a su hijo fue tan grande que vió una escalera y una puerta entreabierta y se presentó arriba en la vivienda; supongo que despistada fue buscando y dió con una habitación en la que frente a la puerta había un armario de luna; las cabras cuando están nerviosas son bastante peleonas, debió mirar al espejo y al ver su rival enfrente y fue contra ella a “toziar”; no hace falta más detalles de lo que sucedió; mis padres estaban en la cocina calientes con las puertas cerradas y al oir ese ruido tan extraño salieron, y cual sería su desabradable sorpresa cuando se encontraron en la habitación rodeada de trozos de aquel espejos, que para entonces era muy vistoso. Recuerdo que llegué de la escuela y encontré a mi madre muy enfadada recogiendo los destrozos que había hecho el animal y sin saber a quién darle la culpa.
No recuerdo cuanto tiempo trascurrió pero se volvió a colocar otra luna en el armario y aunque parezca insólito la misma cabra volvió a subir por la escalera interior  en otro descuido y repitió el “juego”. Entonces sí que estaba yo en la cocina con mis padres y recuerdo, al oir el ruido, la exclamación de mi madre -”¡otra vez la cabra!”. Si, si, otra vez la cabra había roto el espejo.

Dicen que no hay dos sin tres, en este caso no lo hubo, bien porque se cerraron mejor las puertas o por el escarmiento que le dió a la cabra.

He empezado diciendo que el argumento serviría para un cuento, pero es que hay cuentos de la infancia que son reales.

Agustina Loriente.